La huella imborrable de la Orden de Santiago en Totana: un viaje a nuestro pasado

Coincidiendo con la festividad de Santiago Apóstol, patrón de Totana, el Casino acogió el pasado 25 de julio la charla “La Orden de Santiago en Totana y su huella”, impartida por el Cronista Oficial de Totana, Juan Cánovas Mulero. Ante un público que abarrotó el local, Cánovas desentrañó el impacto histórico, económico, social y religioso de esta orden militar en el municipio, dejando una lección sobre la importancia de preservar nuestra memoria colectiva.

Gratitud como punto de partida

Con un guiño al fresco pompeyano de las Cárites —símbolo de gratitud, alegría y prosperidad—, Cánovas agradeció a los asistentes, al Ayuntamiento, al Casino, a su personal (especialmente a Pepe por su dedicación) y a los medios de comunicación por su labor divulgativa. Destacó también la iniciativa de Rafael Hostench, quien organizó una exposición con reliquias de la orden: ejecutorias de hidalguía, documentos familiares (como la solicitud de privilegios de Martínez Talón) y una fotografía original de la Casa de la Encomienda, obtenida por Jesús López en Almería.

Origen y estructura de la Orden de Santiago

Fundada en 1170, la Orden de Santiago nació para proteger a los peregrinos del Camino de Santiago y defender territorios fronterizos en Extremadura y Andalucía, en un contexto de reconquista tras la caída del califato y el auge de las parias (tributos pagados por los reinos de taifas). En 1175, el papa Alejandro III otorgó una bula que integró a la orden en la vida religiosa.

Su estructura era jerárquica: el maestre, asesorado por el Consejo de los Trece (órgano consultivo), lideraba la orden. Los comendadores gestionaban las encomiendas, a menudo a través de administradores locales, mientras visitadores y alcaides supervisaban el cumplimiento de las normas. Con los Reyes Católicos, el maestrazgo pasó a la Corona (1494), permitiendo a los monarcas premiar a la nobleza con tierras y privilegios. Desde Felipe V, los maestres fueron infantes reales.

Los caballeros santiaguistas juraban oración, pobreza, sacrificio, castidad y obediencia. Juan Cánovas Mulero comentó una anécdota curiosa: en el siglo XV, un visitador preguntó al alcaide de Aledo por su castidad, a lo que este respondió, con humor, “hago lo que puedo”. El hábito de Santiago, codiciado por su prestigio social y beneficios fiscales, requería demostrar limpieza de sangre, como en el caso de Velázquez, cuya concesión necesitó la intervención de Felipe IV.

Totana bajo el dominio santiaguista

En 1257, Alfonso X el Sabio otorgó a la orden el control de Totana, encomendado al legendario maestre Pelay Pérez Correa, quien, según la tradición, pidió a la Virgen detener el sol en una batalla. La orden dominó tierras, aguas y repartos agrarios en esta frontera insegura, aunque el monarca reservó la justicia y la acuñación de moneda.

Tras la Reconquista, la orden perdió su función militar y se centró en preservar privilegios y controlar la vida religiosa de la población.

Un poder económico sólido

La orden amasó un vasto patrimonio en Totana:

Los ingresos provenían de diezmos (de ganado, cereales, vino, miel, almendras, garbanzos e higos, que en 1741 generaron 300 reales), arrendamientos y tributos como el pontazgo (peaje por puentes) y montazgo (por paso de ganado).

Aportes y tensiones

Juan Cánovas Mulero desgranó tanto las contribuciones significativas como los conflictos que marcó la presencia de la Orden de Santiago en Totana, dejando al descubierto una relación compleja entre poder, fe y comunidad.

Aportes positivos:

Tensiones:

Control religioso y moral

La orden regulaba la vida cotidiana con rigor, según un libro de disposiciones de 1741 recopilado por el cura totanero Diego Sánchez Carralero:

Devociones y cofradías

La orden impulsó la devoción a Santa Eulalia y cofradías como la del Santísimo Sacramento, que organizó las primeras procesiones de Semana Santa (1603), y la del Rosario, tras la batalla de Lepanto. La romería del 15 de agosto a Santa María en Aledo, pese a prohibiciones de dormir en iglesias, se permitió por devoción, con reglas: separación de sexos y no comer en el altar mayor.

Declive y memoria

La Constitución de 1812 y las desamortizaciones de Mendizábal (1854-56) liquidaron el patrimonio de la orden. Cánovas cerró con una reflexión: “Guárdate de olvidar lo que han visto tus ojos; consérvalo en tu corazón y cuéntaselo a tus nietos”. Evocó a Silvestre Martínez Teruel, totanero del siglo XVIII que diseñó la conducción de aguas de la Carrasca y la fuente, como símbolo de lucha contra el olvido, el abandono y la indiferencia, los “enemigos de la cultura”.

Con esta charla, Totana reavivó su pasado, recordándonos que la memoria histórica es un legado vivo para construir un futuro más solidario.

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