Pepe Hernández culmina 12 años de servicio como santero a sus 85 años

Un emotivo reconocimiento despide a Pepe "el Pintor" tras más de doce años como santero del santuario

Durante la misa de despedida de Santa Eulalia antes de partir en romería se vivió un momento especial con un reconocimiento a Pepe Hernández —conocido cariñosamente como Pepe el Pintor o Pepe el Santero— quien, a sus 85 años, culmina más de doce años de entrega al servicio como santero. Al término de la misa, el párroco Francisco José Fernández dirigió unas palabras de profundo reconocimiento hacia él, subrayando la huella humana y espiritual que deja en todo aquel que ha pasado por este lugar durante más de una década.

El párroco destacó la “delicadeza, el tesoro y el amor” con los que Pepe ha atendido a peregrinos, devotos y visitantes que, día tras día, han llegado al santuario con sus intenciones. Recordó también su constancia ejemplar: durante más de doce años cumplió fielmente su turno, acudiendo incluso en días de frío intenso, de sol abrasador o bajo la lluvia sin faltar a su compromiso. Su presencia, siempre disponible, era garantía de que la puerta del santuario estaría abierta y todo preparado para la oración y la acogida.

El sacerdote subrayó la importancia de las tareas que desempeñó: mantener el templo limpio, preparar lo necesario para las celebraciones y ofrecer un trato cercano y respetuoso a cada persona que se acercaba en busca de consuelo, fe o silencio. “Semana tras semana —dijo— Pepe acudía con su moto, con el mismo espíritu de servicio y responsabilidad”. El sacerdote concluyó su intervención invitando a los presentes a dedicarle un prolongado aplauso en agradecimiento por tantos años de entrega desinteresada.

Las palabras de Pepe: agradecimiento, sinceridad y emoción

Visiblemente emocionado, Pepe Hernández tomó la palabra y confesó que, a pesar de estar acostumbrado a hablar en público, en esta ocasión se encontraba “un poco atascado” por la emoción del momento. Recordó cómo, en su día, le ofrecieron la oportunidad de hacerse cargo del cuidado y atención del santuario. Aceptó aquel encargo “con toda la dedicación, con toda mi devoción y con todo mi amor a las almas”, consciente de que se trataba de una tarea sencilla en apariencia, pero profunda en significado.

Pepe, con la franqueza que lo caracteriza, agradeció la amabilidad y la paciencia de los devotos durante todos estos años. Admitió que, en algunas ocasiones, cuando no se encontraba en sus mejores condiciones, pudo haber hablado “un poco fuerte” a algunas personas. Sin embargo, afirmó con convicción que siempre procuró disculparse cuando sintió que había cometido un error: “He tenido siempre la delicadeza de pedir perdón cuando he metido la pata. Pienso que eso es algo que se debe hacer”. Sus palabras —honestas, cercanas y llenas de humildad— despertaron un cariñoso reconocimiento entre quienes han compartido con él tantos momentos en el santuario.

Al finalizar, expresó su gratitud a todos los presentes por el respeto, el cariño y el apoyo que ha recibido durante esta etapa que ahora concluye. Su despedida, sencilla pero profundamente humana, reflejó la dimensión espiritual de su servicio y la conexión que ha mantenido con los fieles.

Nueva etapa: un matrimonio tomarán el relevo junto con Prudencio 

El sacerdote comunicó que fue el propio Pepe quien pidió que se buscara un relevo para continuar la labor de santero. La transición tendrá lugar el próximo 7 de enero, fecha en la que se incorporarán el matrimonio Manuel y Cándida, acompañados de Prudencio, quienes asumirán esta responsabilidad conjunta.

El celebrante recordó a los nuevos santeros que su papel va más allá de lo puramente material. Serán, de algún modo, “la puerta de entrada” del santuario: quienes reciban a los visitantes con amabilidad, respeto y cercanía. Una acogida cálida —insistió— puede convertirse también en “puerta de entrada a la fe”, del mismo modo que el servicio de Pepe ha sido durante años un ejemplo de cómo un gesto sencillo puede abrir caminos espirituales profundos.

Un legado que permanece

La despedida de Pepe Hernández no supone un cierre, sino la continuidad de una tradición de servicio humilde y silencioso que sostiene la vida del santuario. Sus doce años de entrega dejan un legado hecho de gestos, de conversaciones discretas, de llaves abiertas al amanecer y de un trabajo constante que, aunque muchas veces invisible, ha sido fundamental para la vida de este espacio sagrado.

El reconocimiento ofrecido no solo celebró sus méritos, sino que también puso en valor la figura del santero: un servidor que mantiene vivo el santuario y lo convierte, día tras día, en un lugar de encuentro, oración y esperanza.

Pepe culmina esta etapa con la serenidad de quien ha cumplido con fidelidad su tarea y con el afecto sincero de todos los que han compartido con él su presencia. Su retirada abre paso a una nueva etapa, pero su memoria quedará ligada para siempre a la vida del santuario y a quienes encontraron en él una sonrisa, una ayuda o una palabra de aliento.

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