"¿Tiene cabida el honor en el fútbol?" - Carta de mi vecino

Cuando vi que el árbitro no expulsaba a Sergio Ramos en la final del Mundial de Clubes de fútbol, pensé en la gran oportunidad que tenía el Real Madrid de obrar según su himno: "caballero del honor". Soñé con que el propio jugador o su entrenador o su presidente decidieran que su equipo jugase la prórroga con un jugador menos, es decir, lo justo, lo propio de un "caballero del honor", pues la expulsión era incuestionable. Si hubiese ocurrido, el gesto habría dado la vuelta al mundo, y puede que el equipo merengue no hubiese ganado la final, pero habría escrito una de las páginas más bellas de la historia del deporte.

Algo parecido me pasó en 2007 cuando Messi le marcó un gol con la mano al Espanyol y luego, en vez de sentirse avergonzado, se limitó a decir que fue una pena que esa jugada no hubiera ayudado a ganar el partido (lo cual habría sido decisivo para ganar la liga). Después, el presidente podría haber condenado la actitud de su futbolista, pues el comportamiento era totalmente contrario a los valores que (al menos en teoría) defiende el club, pero ello no ocurrió. De hecho, es raro ver que los directivos de un club condenen las actitudes lamentables de sus jugadores, sus entrenadores o sus aficionados (engaños al árbitro, insultos y otras faltas de respeto).

Decía Confucio que "un caballero se avergüenza de que sus palabras sean mejores que sus actos". Pues esto es lo habitual en muchos clubes de fútbol y en muchos de los organismos que lo dirigen, que tienen muy buenas palabras, pero muy pocas obras sinceras en defensa de la auténtica deportividad y del honor. Tristemente, todo encaja dentro de una sociedad cuyos políticos no quieren legislar en favor del bien común (no de los poderosos) y de forma que se castigue con extrema dureza a los corruptos (por ejemplo, a una buena parte de ellos mismos).

Es conveniente que los actos sean mejores que las palabras. O, al menos, que se vea la intención. De vez en cuando, algún acto nos ofrece algo de luz, pero, en general, reina la oscuridad. Y mi pregunta es: ¿nos decidimos a cambiar la inercia o nos limitamos a decir que es imposible?

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