"Siempre están ahí... Todavía...", Juan José Cánovas

Camino de buena mañana desde la Plaza de la Libertad hacía el Centro. Absorto con los problemas de buenas personas que sufren de forma injusta e intento abstraerme para no cargar sobre mis espaldas un problema que no está a mi alcance solucionar, aunque si puedo intentar ayudar.

Mi mente va transformando la realidad actual y vuelve a rebuscar en algún apartado rincón de mi cerebro y las rebeldes neuronas que todavía habitan en mi. Encaro la calle Alcantara parece que veo el grifo en la esquina de la Cerámica (No del barrio). En frente, la casa de la tía Encarnación, Pablo y la Maruja donde de crío escuchaba con ellas la Pirenaica.

A mis espaldas, esa calle (parecida a una cañada, sin asfaltar que llevaba a la estación y a las fábricas de la madera, cuando iba con mi abuelo a por serrín para los conejos. El callejón angosto que llevaban al campo de futbol pasando por las lechugas del tío David...

Unos metros más adelante, a mi izquierda, el Huerto del "tío Perricas" y su balsa, donde nos bañábamos previo pago de una peseta. enfrente, la María y Jerónimo "el Farruco", con su voz ronca y pinta de "Marchante" de los bravos.

Una calle de cabreros y ganados en las casas, hoy impensable. La casa del "Tío Patas" y su mujer. Excelentes personas donde las haya. A la izquierda, vivía la Andrea. Una bonita casa con parras en la puerta y jazmines que era un placer deleitarse con su perfume. El lugar donde me dieron mi primera gata, hoy convertido en un bloque de pisos.

Como se mantienen algunas casas, puedo tener una referencia en la ubicación. La casa de mis abuelos, donde pasé los primeros años de mi vida y era como mi casa, hasta que murieron. La misma fachada se mantiene, la misma puerta a espalda de la calle de las Navas. Parece que veo a mi abuelo sentado en la esquina con las manos entre las rodillas cruzadas, con su gorra negra, hablando o discutiendo con Alfonso que vivía enfrente en lo que hoy es un solar.

Alfonso era minusválido por que al polio le fastidió las piernas de niño. Iba en una silla de ruedas, con pedales en las manos y vestía siempre un hábito de tono azulón como el de los "monos" de trabajo y sus aparatosas muletas de madera. No recuerdo el nombre de su madre porque todo el mundo le decía "La Sorda". Recuerdo su agradable sonrisa siempre que me veía.

Creo recordar era familia de Perico, "El rabote". La casa de al lado, Hilario y la Manuela. Otra gran mujer y mejor familia. Esta casa se mantiene, como la siguiente de alguien que trabajaba en telégrafos y siempre estaba cerrada. Seguían las de las dos Tomasas. La "Tomasa de Juan José" y la "Tomasa de Cándido" que así se llamaban sus maridos.

La de "Candido", la recuerdo con sus gafas de culo de vaso y a la de "Juan José", siempre sonriente, con un inmenso patio que yo admiraba y disfrutaba. Todavía se mantienen en pie a pesar de no estar habitadas largos años.

Vuelvo la vista atrás a la casa de mis abuelos y sueño despierto que estoy con ellos, tomando la leche caliente de cabra y las sopas. Parece que el aroma de esa leche hervida y el café de puchero que tomaba mi abuelo, vuelve otra vez a mi olfato o el tic tac del despertador y me hace sentir bien, como cuando era niño y tenía toda la vida por delante sin deparar en el futuro.

La casa de Asensio e Isabel, que vendían ambulante. El Patio donde María Carrión, "La Coneja", sacrificaba los cerdos, con la ayuda de algunos jóvenes y elaboraban el embutido que vendían en el Puesto de la Plaza de Abastos. A continuación el lugar donde "El Pulpo" y la Salvadora tenían las cabras y ordeñaban para su venta en aquellas lecheras.

El "Pulpo", pasaba los dos metros de estatura y había sido de la "Guardia de Asalto" en la República. Como muchos en aquel barrio, derrotados en la guerra que mantuvieron sus ideas y su dignidad hasta el final. El "Pulpo", incluso pudo cobrar una pensión por sus años de servicio cuando llegó la Democracia.

En el cruce con al calle Tambojar, camino del Ramblar, el local donde tiene su sede la Cofradía de la Dolorosa que era en aquellos tiempos garaje de camiones de "Los Recoveros". Madrugaban y el sonido de la polea que había la gigantesca persiana, me anunciaba que serían las 5 de la madrugada, a transportar la recova, mientras los camiones calentaban el motor y generaba aire en los frenos.

Enfrente, mi querida Anselma y Bernabé Lardín que tenía una "Pata de Palo". Grandes personas que no tenían hijos y acogieron a José (sobrino de la Anselma) como suyo. El "Almacen de la Almendra" de Damián López. Temporadas con muchas mujeres trabajando y el sonido inconfundible de las partidoras. Ese espacio, hoy reconvertido en viviendas hasta la calle de Los Santos.

Al llegar a la esquina con al calle "La Hoya", Miro el lugar donde "habitaban" "El Tacones", "La Ramona" y la Antonia. Un establo era mucho mejor alojamiento que aquel "cuchitril" insano. El "Tacones" arreglaba las ollas y cazos picados o apañaba lebrillos, fuentes y platos, con lañas. Llevaba por la calle su fuego para calentar el estaño y su caja con "herramientas" para "lañar", cantando y anunciando por si alguna mujer sacaba a la calle su cazo estropeado o algún lebrillo partido.

“¡El lañaorrr...! ¡Arreglo paraguas, ollas y platos...! ¡El lañaorrrr...! La buena de la Ramona era un gitana canastera genuina. La recuerdo en la calle, sentada y “fabricando” los canastillos con sus manos. Pobre Ramona. Murió muy joven.

Tambien, en el inicio de la calle La Hoya, la carpitería de "Los Curicas". En un local adosado, fabricaban las famosas gaseosas que se vendían en el cine Rosa, La Plaza de Toros... también me gustaba observar el proceso de fabricación de la gaseosa que no me podía permitir abusar de ella, porque la Eusebia me advertía que "debilita".

Enfrente, "El Chepe", junto a la pescadería de Gonzalo, que daba esquina al Ramblar. Un hombre afable, "El Chepe". Gran conversador y excelente persona. En esa esquina, junto a la puerta de la pescadería que todavía se conserva -a veces-, se ponía mi abuela con unas cajas de alcachofas (Alcanciles) y un peso para vender las que a mi padre no le habían tomado en la Lonja el "Asentador", señor "Patillas". "¡Alcanciles de la guía!", anunciaba la Eusebia, ofreciendose a que yo se los sirviese a domicilio a las compradoras que se acercaban al pescado. No pocas veces, le llevé a la Fonda de Mariquita alguna capaza que cocinaba como ella sola sabía.

Ya en el Ramblar (Plaza de Franciso Palao), la casa del "Tío Peláo" que también tenía un ganado de cabras considerable. Con varios machos ataviados con el mandil de cuero para evitar "tentaciones y deseos carnales" cuando no correspondía. Aquel desagradable olor a macho en celo, impregnaba durante horas las calles al paso de la "reata" del Pelao. Otro gran hombre, con su capa negra de pastor legítimo.

El Ramblar. Desde donde se llegaba a los hornos del "Matutero" y Águeda o al de "el Lobo", cerca de la Agencia de Transportes en la calle Torreones, gestionada por "Pepe el de la Agencia" a la que iba yo en tiempos a recoger el vino de las misas y que se encontraba en los bajos de la "Academia de don Miguel". Otro personaje digno de estudio y valedor de la banda de "La Posá, cuando el trono de la Oración del Huerto de los Olivos se guardaba en la Posada de la Avenida de Lorca, frente a la Balsa Nueva.

"Vuelvo" al Ramblar (el eje del Barrio y entrada al Zoco), y "veo" la tienda de tejidos de "La Lebecha", el Internado (todavía se conserva el edificio) en el que alojaban los alumnos del Librilla, Alhama, Mazarrón o Aledo del Instituto Laboral. También el estanco de Juan. Otra gran persona, de mente privilegiada. En aquella pequeña expendeduría de tabaco, sellos y papel del Estado, se vendía tabaco sin filtro: Ideales, Celtas cortos y largos, "Caldo de Gallina"...

Mi abuelo pasaba ratos en el Estanco de Juan, charlando. Aquella concesión se la había dado el Estado a Juan porque a su hermano y su padre, los habían asesinado en Bujalance, un pueblo de Jaén, en el que ejercían como funcionarios de Juzgado al estallar la guerra. Muertes absurdas a personas inocentes que sucedieron en todos los bandos. Alcón Molina era su apellido.

Absorto en esa "tormenta de recuerdos y nostalgias", no me explico como en las Fiestas de Septiembre (Feria de los Burros), encajaban en el Ramblar, la plataforma de coches de choque (eléctricos), "los caballitos" (Tío Vivo) que gestionaba un lorquino muy alto de pelo blanco y dientes de plata, las Barcas y algunas caseta más. Me parece imposible ahora.

Todo ha cambiado y me parece un sueño cuando todavía no calienta el sol. Escucho un sonido familiar y miro al cielo. Ahí están los vencejos volando y cazando mosquitos sobre la Plaza del Ramblar (Sobre un antiguo e inmenso cementerio). Son los mismos que entonces. Se ha marchado casi todo el mundo para no volver. Pero nos quedan los vencejos, que todavía vuelven (Si el cambio climático no lo impide) y eso me da esperanza.

Buenos días y feliz viernes. Aprovechemos que el tiempo pasa que vuela. Como nuestros amigos, los vencejos que duermen volando para aquilatar el tiempo y espacio.

Juan José Cánovas

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